lunes, 30 de septiembre de 2013

LA GATA SOBRE EL TECLADO. La pantera.


Mi ama se ha bajado a comprar, por fin. Creía que nunca me iba a dejar el ordenador. Yo pasaba por delante y por detrás de ella sin parar, pero no parecía darse cuenta de mi ansiedad. Esto de escribir es mejor que las croquetas de carne de pollo con verduras, que a mi me pirran. Como no creo que tarde mucho, porque hace un calor de injusticia, voy a contaros algunas cosas. Pero tendré que darme prisa.
Ya os he hablado de cuando me encontraron en la calle y me cuidaron, y de la señora mayor que vivía en casa y que nos llamaba chiquitos y que un día se fue para no volver. Así que hoy os voy a hablar de un gato que he conocido este verano y que me ha llegado al corazón; bueno, he conocido dos, pero el otro no me ha llegado al corazón ni a ninguna parte.  Y espero que esto nunca lo lea Tito.
La casa del pueblo tiene dos puertas, aunque muchas veces Tito y yo salimos por la ventana. Una puerta da a un patio pequeño donde hay unas cuantas plantas insignificantes y ropa tendida. La otra da a la calle. Es muy raro, muy raro, pero mi ama, desde que se levanta, suele tener abiertas las puertas. Y así pasa lo que pasa.  Por esa puerta, que es muy grande y muy gris, suele entrar un gato flaco y enfermizo. Mi ama le llama Apestosin porque está sucio, se caga en el sofá y tiene el culo como un pimiento rojo. Y no me llaméis vulgar. Que yo sepa, vive en la plaza y todos los días viene a comerse nuestra comida. Yo le bufo, le rebufo y le amenazo, pero él entra tranquilamente en la cocina y se pone a comer. Mi ama le deja. Ya os dije el otro día que es una consentidora. 
Pero hace unos días, cuando hacía más calor que sobre un colchón de lana, entró por la puerta un gato negro, completamente negro. Brillaba su pelo a la luz del sol y tenía los ojos amarillos. Era un bellezón, como dicen los humanos. Me miró y pasó por delante de mí dispuesto a ir a la cocina. Yo intenté bufar, pero no me salía porque estaba derretida por dentro. Tito tiró las orejas hacia atrás, erizó su pelo e hizo amago de amenaza, pero se quedó en eso. El gato negro pasó entre nosotros como el príncipe de los mininos y alguien que había en la casa dijo en ese momento: eh, un gato negro. Nos va a traer mala suerte. Pero mi ama le contestó: Eso es una tontería; como decía Groucho Marx, cuando un gato negro pasa por delante de ti, es que va a alguna parte". No sé quien es ese Marx, pero por lo que he oído en casa - sí, siempre estoy escuchando-, era un actor o un político... ¿o es que tenía un hermano? No me preguntéis que no tengo ni idea. Los gatos escuchamos pero no estudiamos.
Bueno, mientras yo observaba como una tonta al hermoso gato negro, mi ama se puso a contar historias -sí, es un poco pesada- sobre los gatos negros. Contó a los que allí estaban, que en la Edad Media, los metían en un saco y los quemaban en una hoguera. Se pensaban que eran los guardianes del infierno o algo así. Yo estaba espantada, aterrorizada, y me escondí debajo del sofá, a pesar de que yo soy tricolor, pero por si acaso. Parece ser que también quemaban personas. Qué horror. Tiemblan mis largos bigotes sólo de pensarlo. Mucho frío debía hacer en esa Media Edad para que algunos tontos quemasen todo lo que se encontraban por delante. Mi ama dijo también que como se quemaron tantos gatos, Europa - que creo que es un país muy grande- se llenó de ratas, ratas enormes y achacosas que traían con ellas una enfermedad que se llamaba la peste negra, y que mató a muchísima gente. Hasta que un día un tal Napoleón tuvo que prohibir que se matase a los gatos- aunque parece ser que este señor les tenía miedo- para que pudieran comerse a las ratas malas. 
Volvamos al tema que me interesa porque yo, mientras mi ama parloteaba sin parar, intenté taparme las orejas con mis patas, pero como en esa pose no estaba muy agraciada, tuve que tragarme todo el discurso sobre los felinos negros y sus tristes destinos.
El gato negro - en casa lo llamaban la Pantera- volvió dos o tres veces más, pero como yo soy una gata muy fiel y quería ahorrarme tentaciones,  cada vez que entraba,  me subía al piso de arriba y me escondía en el ropero. Diréis ahora que soy una puritana y cosas así, pero no es verdad. La verdad es... que no quiero tener una camada de gatitos negros para que luego los quemen en la hoguera. Hala, ya está dicho.
Ahora diréis que soy racista. 

17 comentarios:

  1. No sé si dará mala suerte o no, o si será guardián de las puertas del infierno a tiempo parcial, pero por el efecto que causa en tu gata, parece que a este gato negro no le falta algo de magia.

    Un abrazo!

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    1. Era un gato realmente precioso, y de verdad creo que todos los gatos tienen algo de magia. Adivinan tu estado de ánimo, se adelantan a los acontecimientos, presienten sucesos -te lo aseguro-, y encima son adorables. A ver si tu capitana pirata tiene algún gatito por el barco. No le vendría mal ayuda contra las ratas. Gracias por tu comentario (de parte de mi gata, claro).

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  2. La estupidez humana no conoce límites. Ahora no quemamos gatos en la hoguera, pero de estupideces vamos holgados, por desgracia. Y algunas siguen pagándolas los otros tripulantes de este barco llamado Tierra, esos que no son humanos, y que están aquí antes que nosotros. Y esas no son las más graves...
    Ándate con ojo, pese a tus "medidas de austeridad", yo creo que al final tendrás asunto con La Pantera...

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    1. Emilio, te respondo yo por ella, que ahora duerme su larga siesta. La verdad es que el ser humano es de lo más dañino que ha habido sobre la Tierra, tanto que a veces sentimos vergüenza de lo que somos. La Pequeña es muy fiel a su macho, Tito. Espero no ver "cuernos" por aquí. ya veremos.

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  3. Me encanta que seas tan curiosona y estés pendiente de esas historias porque acabo de enterarme gracias a ti de algo que no sabía. Bueno que en la Edad Media quemaban personas, si, pero que también quemaban a los gatos negros y la posterior plaga de ratas, no.
    Para tu información te diré que si vuelve La Pantera le hagas ojitos y ronroneos, que aunque algunos miembros del género humano siguen siendo increíblemente estúpidos y crueles y racistas y supersticiosos y muchas cosas más, parece que los gatos no sois objeto masivo de persecución, ni siquiera los negros.

    Besos

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    1. De tu parte se lo diré a mi gata, Jara. Pues sí, en la Edad Media quemaban gatos e incluso la Iglesia afirmó que eran los guardianes de las puertas del infierno y ya te puedes imaginar... Cuánta terrible ignorancia y cuánta crueldad. La pantera se quedó en el pueblo- creo que tenía casa-, así que mi Pequeña se tendrá que conformar con su fiel Tito que también es un bellezón. Gracias por tu comentario.

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  4. Hola, hola ^^ Todas las historias que tienen perspectiva me parecen interesantes. Esta lo és, desde luego. Nos transporta al mundo de las mascotas y en como podrían ver ellas el mundo de los humanos. Por desgracia no siempre cosas positivas. Un abrazo

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    1. Gracias Roland. Cuando la gata "escribe" intento ponerme en sus ojos, en sus sentimientos, en sus miedos, aunque puedo asegurarte que mis dos gatos viven como reyes y tienen todas las caricias del mundo. Si has leído la primera entrada que "escribió" mi gata, verás que la encontré en un callejón, estampada contra el suelo y con apenas dos mesecitos. Ella ya ha conocido la maldad humana. Espero que no vuelva a sentirla nunca. Gracias de nuevo.

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  5. ¡Que lista eres gatita!.
    ¡Dí que sí, que con tanto retroceso, la Santa Inquisición está a la vuelta de la esquina!

    Muy divertido el relato,

    Saludos preciosa.

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    1. La verdad es que sí, Marinela. Vamos hacia a atrás como los cangrejos, y a este paso quizás lleguemos de nuevo a las hogueras y no precisamente a las de San Juan. Me alegro de que lo hayas pasado bien con su lectura. m

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  6. Gatita, gatita, no siempre fue así de negro el futuro de los gatos. En el antiguo egipto el gato era divinizado, por cierto tenía cuerpo de mujer, así que tu ama tiene que tener alma de Nefertiti por lo menos, es adoración lo que os tiene.

    Besitos preciosa gatita.

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    1. Hola gemela. Cierto es que los egipcios adoraban a los gatos y el origen de este amor se sitúa en el hecho de que los egipcios tenían grandes silos donde guardaban las cosechas de trigo. Y ya se sabe que donde hay trigo hay ratas, así que comenzaron a utilizar a los gatos de guardianes. Los gatos salvaban la cosecha y por tanto la vida de los egipcios. Los míos me hacen compañía y me enseñan grandes cosas. Con eso tengo suficiente.

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    2. Otro día escribiré sobre los gatos y los egipcios.

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  7. Hola a los dos, a Emilio y a Amparo, tanto monta, monta tanto. Veo que sabéis mucho de gatos, os felicito. De seres humanos, menos. Las únicas citas que encuentro se deben a Emilio. Dice que "la estupidez humana no conoce límites", que "de estupideces vamos holgados, por desgracia", que "sentimos vergüenza de lo que somos" (los seres humanos), que "el ser humano es de lo más dañino que ha habido sobre la Tierra", "tanto que a veces sentimos vergüenza de lo que somos". Además de repetirte en dos comentarios, caballero, tienes una visión insustancial a la hora de hablar sobre los humanos. ¿Tú eres humano? ¿Tu eres de lo más dañino que ha habido sobre la Tierra? ¿Ya no hay seres humanos, sólo los hubo? ¿Sientes vergüenza de ti mismo? No te entiendo como tampoco he entendido tu respuesta a mi comentario en otra entrada. En fin, tus palabras las he copiado tal cual. Que tú no querías decir eso, vale, pero lo has dicho. Que está sacado de contexto, pues también vale, pero tú has dicho lo que has dicho. Despéjame las incógnitas, gasta tu tiempo en otro cabreo monumental como el que te cogiste el otro día, y yo aquí impertérrito, escuchando tus denuestos. Sosiéguese, caballero, como decía Tierno Galván y reflexione un poco, no haga desparramarse a su pluma por el primer precipicio que encuentre. Sigue con tu idea axial y fundamental, la de culpar al ser humano de todo lo malo, porque así fuiste, eres y serás feliz. ¿Para qué cuestionarte nada? Sigue con tus hipermétropes del alma, pero cuando te enfrentes al dilema de hacer una buena foto o salvar a un ser humano, elige siempre la segunda opción. No sé si sabes la historia de un fotógrafo que captó a un buitre devorando a un pequeñín muchachuelo negro de un país de África. Búscala y repásala. Tal vez ahí encuentres las claves que mi pluma no sabe expresar. Y en cuanto a Amparo, gracias por pasarte por mi blog y hacerme un comentario que contesté en su día. El relato es tuyo, muy tuyo, muy respetable, pero con un final que no me convence. ¿Una gata sabe o intuye o pronostica o cree o se percata o comprende o se convence de que si se junta con un gato negro, van a salir gatitos negros? Que yo sepa los gatos, como animales que son, tienen un comportamiento dominado por su instinto, no por el pensamiento, por eso no son seres racionales. ¿Me equivoco? ¿O tu narración es una metáfora de la vida real? Como ni lo sé ni me importa, os dejo con vuestros gatitos y me largo a la calle a ver si encuentro a seres humanos que me necesiten. Con toda la incordialidad posible.

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    1. Lo tuyo es de juzgado de guardia, y lo digo desde la sonrisa. A ver, no nos engañemos. El ser humano, como tú dices, es racional, y por lo tanto tiene la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Y no has más que ver las guerras, el hambre, los campos de refugiados, los padres que matan a sus hijos, los hijos que matan a sus padres, la codicias y toda clase de miserias humanas. El hombre no es bueno por naturaleza ni tampoco es un lobo para el hombre, ya que te gustan las citas. El ser humano es un animal levemente evolucionado que muchas veces, como los animales también se mueve por instinto.
      Por otra parte, como ya te dije, ni soy burguesa ni insolidaria. nací en un barrio en el que había tantas acequias descubiertas que cada dos por tres acababan tragándose a algún niño travieso. Un barrio con calle sin asfaltar, campos de flores y donde las madres llamaban a los hijos desde la ventana a la hora de la cena. Pero te aseguro que no soy inculta.
      Por otra parte, mi gata, que bes muy lista, me dice que tú no puedes saber lo que ella sabe o siente. ¿O es que me vas a comparar a los gatos con lechugas? La narración es un simple juego en el que intento ponerme en los ojos, en la mirada de mi gata, pero parece ser que tú todo te lo tomas en serio. Espero que durante tu paseo hayas encontrado a alguien que te necesite, y por tu bien espero que lo trates mejor que a nosotros.

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    2. Los errores de picado -bes, minúscula después de punto, etc- son debido a que no me veo tres tortas, así que no critiques.

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    3. ¡Ah! Es que estás jugando como los críos aún. ¡Estás jugando! "La narración es un simple juego" Sigues jugando, por tanto. Y seguirás jugando siempre, por lo que veo. Pues, ¡hala!, a jugar. Seres humanos adultos que juegan y juegan, mientras el mundo sigue girando, los seres humanos somos animales levemente evolucionados... Díselo a Leonardo, Einstein, Velázquez, Goya, ¿Rajoy es un animal levemente evolucionado? ¿Y Zapatero también, claro?, sigo con mi lista, Darwin, Freud, (Freud, no, porque era un señorito vienés que fumaba puros y con tanto humo decía chorradas a granel), Juan XXIII, Kennedy, Marilyn Monroe (¿levemente evolucionada o fantásticamente evolucionada?), el Che, Julio César, Newton, Santiago González Sacristán, Alfred Nobel, Lorca, Isabel la Católica, Franco, Felipe González, Alfonso Guerra... ¿Todos estos homínidos te parecen animales levemente evolucionados o unos más evolucionados que otros? Y si no ves tres tortas, vete al oftalmólogo y arréglate esos ojitos que un día lejanísimo regarán con su abono el campo de las malvas. Hazlo y no te quejes tanto. Para terminar, el chinpún final: No me cuentes tu vida, no me interesa, sólo lo que escribes, y como escribes "bes" en lugar de "ves", pues tengo que decírtelo, y aquí paz y después gloria. Y, Amparo, tú jamás podrás saber lo que siente tu gata, jamás. No estás en su cerebro. ¡Tú que sabes! ¿Os trato mal? Pobrecitos, así estáis vosotros, llorando por las esquinas y pidiendo help o sos en cada rinconcito. ¡No me hagas reír! Te deseo, como me dice a mí cada tarde una camarera que me odia porque yo no la odio a ella, que tengas un buen día. Con tu gata o sin tu gata, eso es irrelevante para mí. Yo lo he pasado genial. He hablado con dos vagabundos, con tres deprimidos y con cuatro fibromiálgicas. ¿Y a ti que te cuento, dirás? Pues claro. Tienes toda la razón. A lamentarse a Jerusalén, al muro de las lamentaciones. Con toda la incordialidad posible.

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